En el apasionante mundo de la gastronomía, pocas cosas se comparan con el aceite de oliva virgen extra (AOVE), conocido como el «oro líquido» del Mediterráneo. Su presencia en la cocina se ha vuelto imprescindible, aportando un toque sublime a nuestros platos, tanto en crudo como cocinado. Pero a menudo entre sus consumidores surge una pregunta: ¿cuál es la diferencia entre el AOVE filtrado y sin filtrar? ¡Veamos cuáles son las distinciones clave entre estas dos variantes!
Antes de conocer sus diferencias, es importante destacar que tanto el aceite de oliva virgen extra sin filtrar como el filtrado comparten las mismas propiedades y nivel de acidez. En términos de calidad, no se puede afirmar que uno sea superior al otro. Las propiedades saludables que hacen del AOVE un tesoro nutricional se mantienen intactas, sin que el proceso de filtrado tenga algún impacto en este aspecto. No obstante, es cierto que existen otras distinciones.
La principal distinción visual entre ambos tipos de AOVE radica en su apariencia.
El aceite de oliva virgen extra filtrado es más claro y transparente, ya que ha pasado por un proceso de filtración que elimina partículas en suspensión presentes en el aceite.
Por otro lado, el aceite de oliva virgen extra sin filtrar conserva su aspecto turbio debido a la presencia de estas partículas, lo que le otorga una apariencia más densa y opaca.
La filtración del aceite de oliva virgen extra puede influir ligeramente en su sabor y aroma.
Al eliminar las impurezas, el AOVE filtrado tiende a tener un sabor más suave y delicado, permitiendo que los matices frutales y herbáceos destaquen con mayor claridad. En contraste, el AOVE sin filtrar conserva una mayor cantidad de compuestos aromáticos y sabores más intensos, lo que puede resultar en un perfil gustativo más robusto y característico.
El proceso de filtración le confiere al aceite de oliva virgen extra una textura más ligera y fluida, una característica que facilita su vertido y dosificación en diferentes preparaciones culinarias.
Por su parte, el AOVE sin filtrar tiende a tener una textura más densa y viscosa debido a la presencia de partículas en suspensión, lo que puede resultar en una experiencia sensorial diferente al utilizarlo en la cocina.
El AOVE filtrado suele tener una mayor vida útil que el sin filtrar. Al eliminar las impurezas, se minimiza el riesgo de oxidación y rancidez, lo que prolonga la frescura y calidad del aceite durante más tiempo.
En cambio, el AOVE sin filtrar puede tener una vida útil más corta debido a la presencia de compuestos susceptibles a la oxidación.
Ambos conservan las propiedades saludables del AOVE, por lo que la elección entre uno u otro depende del gusto personal y del uso específico en la cocina.